lunes, 7 de septiembre de 2015

Pasiones Prohibidas


Todavía recuerdo la primera vez que nos vimos, su mirada intimidante, se clavó en mis ojos, yo rápidamente agache la cabeza y fui corriendo a los servicios, mientras intentaba bajar el color que ella había provocado en mis mejillas, un rojo intenso, como si alguien me hubiera golpeado. Me miré al espejo, mientras que con agua fría intentaba bajar el calor que ella me había producido con sus ojos claros, pero penetrantes.

Ahora allí estaba yo, después de un año, delante de su puerta apoyado sobre el coche ya que no podía mantenerme en pie. De repente, el portón de su casa se abrió y allí estaba ella, con un vestido corto negro y las puntas de las mangas plateadas, todo el valor que había reunido durante todo este tiempo se fue al garete, empecé a sangrar por la nariz, todo influyó el calor de un mes de Junio y el que ella provocaba en mi. Me puse aun más nervioso aun si cabe, su presencia, su mirada, la atracción que había entre los dos y por si fuera poco sangrando, delante ella. Ares solo dijo unas palabras.

- Guarda la sangre para esta noche, te hará falta.

Entré en el coche cogí los pañuelos de la guantera y limpié la sangre, mientras ella permanecía en la puerta contemplando como yo metía la pata más y más.

Con la nariz limpia y mi dignidad por lo suelos, me dirigí al portón como pude y la acompañe hasta el coche. Tenia pensado ir con ella a un restaurante, pero Ares cambió mis planes, así que cambie de dirección y seguí sus indicaciones.

Se respiraba silencio incómodo, lleno de tensión, que solo se interrumpía para que ella pudiera mostrarme el camino que seguir, menos uno, atravesando un puente, ella puso la mano en mi pierna, en ese momento perdí el control del volante, estaba perplejo, no podía moverme, así que ella hecho el freno de manos y nos quedamos parados en medio del puente, comenzó a reírse y dijo.

- Lo pasaré en grande esta noche.

Ya mas calmado, seguí el camino. Por fin, pensé; llegamos a un descampado, desde el cual se podía contemplar toda la ciudad, mientras que la única fuente de iluminación era la luna, que yacía sobre nosotros, salimos del coche y nos echamos sobre el capó del coche.

Después de cinco minutos contemplando las estrellas, mientras los grillos batían sus alas, produciendo ese sonido típico de una noche de verano. Ares rompió el silencio.

- Tengo hambre. Dijo

Se incorporó y agarró mi entrepierna, yo como de costumbre, comencé a sangrar, pero esta vez fue ella quien limpió mi cara, sin soltar aquello, que poco a poco iba despertando. Sin dejar de agarrar la parte superior de mi bragueta, se levantó y me dirigió a la parte trasera del coche.

- Ponte cómodo. Ares empuja a Alexander, y este queda tumbado en los asientos traseros del coche.

Ares cerró las puerta del coche y comenzó a desabrochar los botones de la camisa, mientras yo con los ojos cerrados rezaba para que todo saliera bien, era mi primera vez y aquel grifo continuo de sangre no cesaba.

Después de quitar el último botón de la camisa, subió su cabeza, me miró, comenzó a besarme, todo esto mientras mi nariz no paraba de joderme la noche. Se levantó y con su mirada fija en mis ojos, limpió su boca de mi sangre y observándome con lujuria, lamió su mano limpiándose los restos que había quitado de su boca.

- Centrémonos en lo bueno. dijo Ares.


Poco a poco comenzó a bajar la cremallera, a quitar el botón que sostenía la presión del pantalón, a dejar al descubiertos mi bóxer gris oscuro, los cuales escondían un regalo, que temía que fuera de su agrado. Agarró mi paquete y en ese momento, me retorcí, los bellos de mi nuca se enrizaron, y se escapó un leve gemido que empañó el cristal que llacía sobre mi cabeza. Con sus uñas comenzó a repasar los oblicuos hasta toparse con los bóxers, que quitó rápidamente, y abrió el regalo que había permanecido activo casi toda la noche, aquello saltó como una caja de juguete con un payaso escondido en el interior. Ares lo miró fijamente, lo agarró con las dos manos y sonriendo, se agachó y comenzó a lamerlo y a jugar con ello, mientras mis piernas temblaban, los músculos se contraían y no tenia control sobre ellos. Intenté agarrar su cabeza pero inmediatamente, ella me golpeó el brazo en señal de su rechazo, así que simplemente me dejaba llevar, por esa situación que tanto placer me producía. No se cuanto tiempo pasó, no tenia noción del tiempo, comenzaba a marearme, demasiada sangre centrada ahí y muy poca en la cabeza; en ese momento alzó su cabeza y dijo:


- Guardemos fuerzas para después.

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